Saturday, October 17

Solo me queda el tiempo para recordar


Recuerdo esa tarde, en que el sol nos sonreía con esa sonrisa radiante y cristalina, que usualmente cegaría aquella memoria en que el viento nos tomó entre sus brazos y nos acunó con tierna devoción. Por la noche, recuerdo la risa oscilante y magnánima del cosmos, la carcajada emitida por las estrellas, la alegría que las hacía vibrar en el cielo nocturnal, pero sobre todo recuerdo haber visto a lo lejos, justo antes de las ocho, aquel imperioso lugar que, con el tiempo, se tiñó de gris, dejando atrás los velos transparentes del día, obligado a retirarse por la tinta corrosiva que gusta de despedirse de él, cada día se retiró y tuvimos la dicha de verlo ocultándose tras la el dosel mágico del ensueño.

Recuerdo haber visto tus ojos y algunas miradas confusas que corrían las expresiones de mi rostro, recuerdo haber visto esas miradas sumidas entre los intrigantes surcos de tus labios, viene a mi memoria aquella mañana en que somnolienta deslicé los ojos por tu rostro templado, ese que escribió en el aire sus sentimientos con una mano firme e ilusoria, la mano invisible que se encargó de entintar la demencia sobre el lienzo del espacio inerte, recuerdo aquellos silencios que murmuraban a gritos que me vaya, pero no lo hice, el amor era demasiado y a pesar de todo esto, mi recuerdo dominante es el que me lleva respirar el amor de la añoranza infinita, en que me envuelven tus comprensivos abrazos.

Recuerdo que decidí borrar mi memoria y me resultó imposible, recuerdo que quise quemar la carta que nunca terminaré y no fui capaz de decidirme, recuerdo haber deseado poseer el tiempo para reinar sobre mis propios pensamientos, pero me quedé en el suelo, llorando entre versos que presenciaron la locura momentánea con que me vi impregnada, por un solitario segundo, recuerdo el minuto de silencio que me poseyó y la hora que siguió a la corriente de mis pensamientos, el día moribundo que se arrastró entre lapsos rotos de insensatez y sin sentido. Rotos, como el marco de la ventana, como el vidrio que se hizo añicos, rotos como la sensatez que alguna vez poseyó el reflejo del espejo, está rota, como ese espejo en que se vio reflejada la luna a media noche, rota como el susurro ventoso del recuerdo, en fin, rota, inútil, sin anhelos ni ambiciones, sin el cariño que alguna vez sintió hacia la vida, sin la eterna cobardía a la muerte, sin la luna ocultando la tempestad de su corazón, que se heló de repente.

Recuerdo aquel reproche involuntario de las palabras, recuerdo aquel día en que el crepúsculo iluminó mi discernir, mi profundo desacierto, recuerdo las lágrimas abatidas que cayeron del nirvana en que alguna vez me encontré, la lluvia que suspiró ante mis tenues anhelos, aquella ventana donde se divisaba el final del arco iris, sin duendes, sin olla de oro, tan sólo otro lugar corrompido por la pena nociva del egoísmo. Recuerdo haberme perdido, pero no recuerdo si hubo un regreso. Recuerdo haber volado, pero no recordaba aquel aterrizaje forzado en que desperté.

Recuerdo en fin, muchas cosas, que estallarán ante mis ojos en cualquier momento. Que huirán del corazón tentado a escapar de mi pecho, con la angustia embustera que llena de desacierto mi más tácito deseo. Muda entre la bruma, callada entre las olas, aquel deseo introvertido que opta por estar confundido, afónica, moviendo los labios sin articular palabra, morirá como lo han hecho tantos de mis sueños, y lo olvidaré como si fuera tan sólo una fantasía, rebozando entre las hojas, entre la tinta que se quedó perpleja al escuchar el nombre del destino.

Recordaré esto mañana como una suspicacia sentimental basada en la idea de que es simplemente mi alma.











No comments:

Post a Comment