Inmersa en la oscuridad, con mi mirada hacia la ventana. La débil luz de la luna atraviesa los cristales y las cortinas, como si fueran almas que me observan desde algún rincón con su mirada perdida. Parecen ansiosas por arrebatar mi realidad y aferrarse a ella, evitando así desvanecerse por completo y convertirse en un simple recuerdo más.
El claro de luna roza suavemente las partes altas de los objetos, permitiéndome distinguir algo en medio de esta oscuridad. Aunque últimamente nada parece estar en su lugar, aún logro ver, sumergido en la penumbra, la nota que me escribiste en un papel cuando nos conocimos. Sin embargo, pronto todo se desvanece y se confunde en un oscuro claroscuro mortal, repleto de incertidumbre, entre la nada y la oscuridad.
Levanto la mirada con incertidumbre mientras sueño despierta, abombada y con un calor de verano insoportable. Miro el techo, es lo que contemplo según mis sentidos, pero apenas puedo ver algo en la oscuridad, excepto tu imagen que de alguna manera flota en lo indistinguible. Aunque no vea casi nada, puedo sentirte, quizás respirando el mismo aire contaminado con humo y polvo del conurbano, que no nos deja dormir.
El aroma de la memoria se mezcla con el que ahora me rodea. No estoy segura, tal vez la memoria sea capaz de cualquier cosa, o quizás esté relacionado con el corazón. No lo sé, pero percibo tu perfume y, de alguna manera, siento tu respiración a mi lado una vez más. ¿Será que, inmersa en la oscuridad, me convierto también en un espíritu errante más, con la mirada perdida y el deseo de deshacer mi realidad, renunciando a convertirme en un recuerdo para volver a ser lo que no seré jamás?
